“Huevos es soportar un país en las piernas, sin que tiemblen”.
Emprendiendo un viaje mental, en
cada pueblo, villa, country, barrio y urbanización hacia el único hogar del que
somos bienvenidos y rechazados, despectivos y nobles. Es decir, nuestro adverso
globo terráqueo, encuentro frases que ya he escuchado antes, se me hace
familiar aquel grito narrado en diferentes idiomas: ¡Tor! Gritan con frialdad
cerca de aquel rió áspero y turbio de Augsburgo, ¡But! Que la clavo un niño de doce
años de edad, tosco con los pies, pero ya muy prematuro en el juego aéreo, en
las cercanías de Marsella, ¡Goal! Por parte del equipo femenino de Seattle,
sonrisas de esencia rubia y de a poco ya sueñan con formar parte de esa selección
que representara su país en un mundial, ¡Gol! ¿Gol? Así es como lo gritamos de dónde
vengo, donde en el potrero no nos interesa tu estrato social, solo que la
toques de primera, donde no nos interesa el rango de tu apellido, solo tu
dorsal, donde compartimos nuestros problemas personales y allí los despejamos
con euforia y frustración.
Torno a los ideales de algunos próceres fútboleros, nos inspiramos. No nos interesa su peinado, no nos interesa sus
tacos nuevos, no nos interesa su estética, nos interesa su lucha, lo que le
otorgan al fútbol y así mismo a la vida, nos interesa su pasión y su alma.
Dr. Sócrates, tu que contribuiste
a la democracia de tu país, aquella democracia Corinthiana que el mundo ignora.
Jugando con brazaletes amarillos, en contra de la dictadura que sufría Brasil,
demostrando firmeza al compromiso social que llego a cada persona, otorgando el
derecho a voto a cada habitante de Brasil.
Ejercito zapatista, ustedes
jugando al fútbol, sin condiciones, sin infraestructura, sin patrocinio, sin
lujo, solo con un ideal apartado de la lucha de armada y la trinchera, y es
brindar la fiesta a su pequeña comunidad, tan autogestionaria, tan autónoma,
tan rebelde.
Didier Drogba, tu que conoces
desde muy chico, las guerras civiles que devastaron tu país y aun así, al dar
al salto de profesional, nunca te desprendiste de esa realidad. Así fue como el exjugador
del Chelsea fue capaz de, en el momento de mayor euforia cuando su vestuario
celebraba la clasificación para el Mundial del 2006, coger el micrófono y, a
través de la televisión, dirigirse de este modo a su país: “Ciudadanos de Costa de Marfil, les pedimos de rodillas que nos perdonen unos a los otros. Un gran pais como el nuestro no puede rendirse al caos. Dejemos nuestras armas y organicemos unas elecciones libres". Su país llevaba
entonces tres años de guerra civil. Meses más tarde, por iniciativa de Drogba,
se jugó un partido en el territorio insurgente de Bouaké. Ministros y líderes
rebeldes cantaron juntos el himno nacional. Ese gesto de paz y unificación no
ha sido igualado aún por ningún político del país.
Doctor Guillermo Valentiner,
tu que creíste en el fútbol de mi país y compraste ese club, ese club tan insignificante
que de a poco se convirtió en el club de mis amores, promoviendo tanto talento
en tu cantera, cosechando tantos sueños y saltos al extranjero, construyendo
una institución en las afueras de un barrio caliente, como es la Cota 905,
pudiendo si se quisiese construirlo en un gran country del este, pero sabias que
las oportunidades se podían cultivar a quien más la merece y necesita.
Eduardo De Abreu Wolfmann.
En pro a la humanidad.