lunes, 31 de agosto de 2015

Tecnicismo político. ¿Un factor que desplaza el centralismo?

       Resulta curioso en estos tiempos hablar de tecnicismo en la política y centralización en unas mismas líneas, ya desde el siglo XX la demanda internacional y ciudadana en pro de la centralización del poder ha ido en declive, con las excepciones de Francia, la cual pone en práctica una república centralista como consecuencia de su tradición, y de países Latinoamericanos como Chile, Perú y Uruguay que desde su independencia, nunca se constituyeron como republicas federales.

Como evidencia y características del centralismo, en Paris, Lima, Montevideo y Santiago de Chile se concentran las mayores cifras del PIB, per cápita y población en base a sus respectivos países, inclinando la balanza hacia el elitismo de las capitales y desfavoreciendo los estados o departamentos aledaños. No obstante, las entidades gubernamentales de mayor auge y de gran poder estatal hacen vida política en las mismas capitales.

Mientras el tecnicismo dentro de una era marcada por la postmodernidad se podría denotar como un fenómeno que va cobrando vigencia y popularidad, donde por medio del método científico se resuelven problemas que acarrea la política. Lo curioso se destaca cuando a consecuencia del tecnicismo, la tecnocracia “gobierno de los técnicos” desplaza la centralización del poder si se entiende el poder atado a una personalidad. En ese sentido la tecnocracia responde a lo institucional sobre lo personal, pero aun así podría centralizar el poder a esa lógica ya que no solamente la política estará concentrada en un lugar, sino en una variedad de esferas científicas y reemplazando “el gobierno de los hombres, por la administración de las cosas” tal como atribuía Saint-Simón mucho antes que este fenómeno que con políticas oponentes a la globalización cobrara auge.

Una serie de autores en el transcurso del siglo XX dieron aportes y acercamientos, así como críticas y ataques a lo que refieren estos dos fenómenos dentro de las teorías políticas, destacando también los gobiernos totalitarios de la época y que similitud se obtiene.

Específicamente en 1971 en la escuela superior de tecnología en Eindhoven, se dio lugar a uno de los debates que más aportes e ideas trajo entre Foucault y Chomsky sobre estos dos fenómenos. Donde para ese entonces Foucault sostuvo que no ha logrado definir, ni proponer un modelo de estabilidad ideal para la sociedad científica o tecnológica, ya que su mayor preocupación se encuentra cuando en la Europa Moderna todo el poder está concentrado a manos del gobierno por medio de instituciones que de arriba para abajo se encargan de transmitir decisiones y castigar al que no las cumpla, existiendo también un conjunto de instituciones que se conciben como “independientes” descartando alguna similitud con el poder político. El dilema se extiende cuando Foucault descarta que estas instituciones sean netamente independientes y las cuestiona por pretender mantener el poder solo para una elite social, excluyendo en el intento los instrumentos de poder a cualquier otra clase social.

En plena discordia con que el poder sea sostenido por y para una clase social, Foucault en medio del debate, propone debilitar el poder criticando y atacando a las instituciones que aparentemente se consideran independientes y neutras para que la violencia política que se encuentra intrínseca en ellas sea desenmascarada.

Las instituciones para Foucault condicionan, así como también los instintos los orígenes de las necesidades cuando parecen racionales considerando que lo racional es real, así como lo es real racional.

Jurgen Habermas, quien desde afuera se le da un valor eminente en su opinión, dado de ser el miembro más prestigioso de la segunda generación de la escuela de Frankfort brinda una distinción en el modelo republicano de la democracia y el modelo liberal de la democracia y a su vez una crítica.

La crítica parte por la evidente centralización del poder en ambos, por una parte el modelo liberal de la democracia plantea al estado como un aparato de la administración pública, a la sociedad (estructurada en términos de mercado) como un sistema de trafico de las personas privadas y se ve al ciudadano como un conjunto de intereses privados, mientras el rol de la política está sujeta a las leyes del mercado y permite que el estado vele por el ciudadano hasta que la ley lo permita. Mientras que la concepción republicana plantea que el estado debe trazar como objetivo una normativa jurídica en el aparato administrativo y el mercado, el ciudadano procura garantizar una práctica similar y no una libertad coaccionada externamente.

La centralización para Habermas se evidencia, cuando no se toma en consideración la solidaridad para trazar un equilibrio en conjunto con el poder económico y el administrativo. La solidaridad desarrolla la participación en las esferas públicas que en el modelo deliberado que propone, dichas esferas están lejos de ser desarrolladas nada más para un conjunto de clases sociales y espacios de debates de temas privados, tal como es para los dos modelos anteriores, donde la prensa solo ha prestado servicios para sus dirigentes.

“Nos hemos ido alejando de las ideas básicas de lo que sirvió como fundamento para la civilización occidental” (Von Hayek, 2005) La concepción de libertad económica, política y personal juega en conjunto un elemento fundamental para la crítica de Hayek y es que de a poco, la sociedad se va alejando de este elemento. Para Hayek el liberalismo y la democracia van de la mano, por ende la importancia de la libertad económica, se evidencia el socialismo como una vil manera de centralizar el poder hacia un sector preferente ya que solo se benefician estratos sociales de bajos recursos y la mayoría es la perjudicada, e incluso hacia una alusión peyorativa refiriendo al socialismo como una forma de esclavitud ya que busca libertad de servidumbre y condiciones. Así como también señala que los regímenes totalitarios de la época (nacismo y comunismo) son iguales en sus diferentes inclinaciones y la distinción de estos es el libertalismo.

Hayek sostiene que es mejor crear condiciones libres y necesarias donde los ciudadanos puedan hacer vida económica en base a sus beneficios y crítica a los modernos planificadores por querer crear una dirección centralizada que pueda administrar todos los recursos, donde al final el estado interviene y dirige los recursos a sectores específicos.
El filósofo Derrida, parte desde un término o concepto a un aporte político, propone el termino deconstrucción, un término que no tiene estructura, pero si articulaciones que acentúa una referencia desde los mismos orígenes y es cambiante con respecto al contexto. El término no propone destruir, ni desglosar, sino analizar dentro de las estructuras que forman el elemento discursivo.

 “Para ser muy esquemático, diré que la dificultad de definir y, por consiguiente, también de traducir la palabra deconstrucción procede de que todos los predicados, todos los conceptos definitorios, todas las significaciones relativas al léxico e, incluso, todas las articulaciones sintácticas que, por un momento, parecen prestarse a esa definición y a esa traducción son asimismo desconstruidos o desconstruibles, directamente o no, etc. Y esto vale para la palabra, para la unidad misma de la palabra desconstrucción, como para toda palabra”. (Derrida, 1997, págs. 23-27)

La interrogante seria ¿Cómo podemos llevar la deconstrucción como rama filosófica a un aporte en las teorías políticas? Contextualizando uno de los fenómenos más influyentes del siglo XX, se podría atribuir que el fascismo era uno de los modelos de gobierno más centralizados, y a su vez tecnicista, comprendiéndose así en sus alegatos y su populismo como tecnicismo político e incluso comprendiendo las fábricas de armamento bélico como grandes aportes tecnológicos. Considerando el contexto es oportuno responder a lo planteado anteriormente dando referencia a que la deconstrucción es un modo de resistencia contra el fascismo que se vivía en la época y para el mismo comprender lo que es justo.

Por otro lado, Adorno y Horkheimer le otorgan también un sentido político a lo que es la razón, considerada como un instrumento de dominio a la naturaleza y los hombres. Sosteniendo incluso que el “iluminismo es totalitario” surge una razón instrumental, en donde por mas despiadado que sean los medios, el fin será el objetivo y con él un triunfo racional. La razón a manos de la autoridad, es capaz de subordinar la realidad, por ejemplo lo acontecido en Auschwitz-Birkenau es plenamente un acontecimiento racional e instrumental a pesar que Adorno se contradijera citando paradójicamente "No se puede escribir poesía después de Auschwitz".

Tanto la tecnocracia, la centralización y el totalitarismo como ya se afirmó se han constituido a través de la razón, con una razón instrumental quizás, como lo es el caso de la centralización. Aunque en el mundo actual, el pragmatismo social que daba lugar en la época de la ilustración se vaya haciendo poco rentable con la serie de sucesos que denotaron en el siglo XX.

Entre otros aportes, se encuentra Giorgio Agamben plantea una concepción sobre el estado de excepción el cual constituye “una tierra de nadie entre el derecho público y el hecho político, y entre el orden jurídico y la vida” (Carvajal & Agamben, 2006 ) abogando que los problemas y procedimientos que acarrea la política deben ser comprendidos por el ámbito político constitucional y no por el ámbito jurídico.

Agamben considera que la política está compuesta por una exclusión de la vida natural, a diferencia de Habermas, este gran filósofo griego considera que el ciudadano solo desarrolla su esencia humana en la esfera pública y se condiciona cuando la esfera pública está determinada por la política. Lo propiamente humano debe estar relacionado a los derechos, por lo contrario tendría frente una norma sin relación a la vida.

Con la globalización de las mezclas culturales, sociales y económicas, Negri establece que el imperio es el nuevo orden al mando. En la era postmoderna añade que el imperio no es el centro del poder, ya que no posee límites territoriales y estando estructurado de manera descentralizada incorpora a todo el reino global.

A través del mercado mundial, el imperio cobra auge imponiendo a gobiernos extranjeros, subordinando diferentes naciones e influenciando a diferentes multitudes sustituyendo una cultura por otra.

Retomando lo planteado por Giorgio Agamben, la noción en el individuo (representándose como ciudadano en un contexto estatal), de cómo las teorías políticas influyen actualmente como consecuencia de la postmodernidad en el siglo XIX, se relaciona con el pensamiento de que el hombre en base a la concepción de los derechos puede tener participación y activismo, el mundo político se encuentra en una era donde la participación ciudadana ha cobrado auge y más representatividad. Donde también la democracia intrínsecamente concede tres derechos inalienables para la esencia humana, nuestra vida a la cual se escoge darle su propio rumbo, nuestra libertad que a pesar de ser subjetiva, es la que permite expresar y la propiedad privada, aquella que sujeta la integridad de cada ciudadano.

El populismo como una de las nuevas formas de hacer teoría política, conspira y es oportuno con la notable participación de los pueblos, no es una causalidad insólita que se transcurra a esta técnica para hacer política. El debate entre derecha e izquierda consecuencia del populismo, exhorta y sigue siendo aspecto principal en los discursos, en las ideas y en las teorías políticas actuales.  

Como señalaba Negri, aún se vive en un mundo globalizado por contrastes culturales y aportes tecnológicos, aportes que deben ser los que desplacen al populismo como técnica y forma de gobernar para así rescatar la institucionalidad. La tecnología en varios aspectos ha creado mejoras educativas y comunicativas, aspectos que no pasan en vano para la formación de nuevas teorías políticas. Un país sin educación no puede exigir a través de la razón y la lógica debates que solucionen condiciones sociales o económicas en los parlamentos, como también un país sin educación se vuelve sumiso y adepto a las pasiones que levanta el populismo.


Bibliografía

Carvajal, R., & Agamben, G. (2006 ). Estado de Excepción homo sacer I. Santiago de Chile: Revista Chilena de Derecho, vol. 33 n° 1, pp. 197-205.
Derrida. (1997). Carta a un amigo japones . Barcelona: Proyecto A Ediciones.
Von Hayek, F. (2005). Camino de servidumbre. Madrid: Alianza Editorial.




Eduardo De Abreu Wolfmann
Simples relatos.

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