Resulta curioso en estos tiempos hablar de tecnicismo en
la política y centralización en unas mismas líneas, ya desde el siglo XX la
demanda internacional y ciudadana en pro de la centralización del poder ha ido
en declive, con las excepciones de Francia, la cual pone en práctica una
república centralista como consecuencia de su tradición, y de países
Latinoamericanos como Chile, Perú y Uruguay que desde su independencia, nunca
se constituyeron como republicas federales.
Como
evidencia y características del centralismo, en Paris, Lima, Montevideo y
Santiago de Chile se concentran las mayores cifras del PIB, per cápita y
población en base a sus respectivos países, inclinando la balanza hacia el
elitismo de las capitales y desfavoreciendo los estados o departamentos
aledaños. No obstante, las entidades gubernamentales de mayor auge y de gran
poder estatal hacen vida política en las mismas capitales.
Mientras
el tecnicismo dentro de una era marcada por la postmodernidad se podría denotar
como un fenómeno que va cobrando vigencia y popularidad, donde por medio del
método científico se resuelven problemas que acarrea la política. Lo curioso se
destaca cuando a consecuencia del tecnicismo, la tecnocracia “gobierno de los técnicos” desplaza la
centralización del poder si se entiende el poder atado a una personalidad. En
ese sentido la tecnocracia responde a lo institucional sobre lo personal, pero
aun así podría centralizar el poder a esa lógica ya que no solamente la política
estará concentrada en un lugar, sino en una variedad de esferas científicas y
reemplazando “el gobierno de los hombres, por la administración de las cosas”
tal como atribuía Saint-Simón mucho antes que este fenómeno que con políticas
oponentes a la globalización cobrara auge.
Una
serie de autores en el transcurso del siglo XX dieron aportes y acercamientos,
así como críticas y ataques a lo que refieren estos dos fenómenos dentro de las
teorías políticas, destacando también los gobiernos totalitarios de la época y
que similitud se obtiene.
Específicamente
en 1971 en la escuela superior de tecnología en Eindhoven, se dio lugar a uno
de los debates que más aportes e ideas trajo entre Foucault y Chomsky sobre
estos dos fenómenos. Donde para ese entonces Foucault sostuvo que no ha logrado
definir, ni proponer un modelo de estabilidad ideal para la sociedad científica
o tecnológica, ya que su mayor preocupación se encuentra cuando en la Europa
Moderna todo el poder está concentrado a manos del gobierno por medio de
instituciones que de arriba para abajo se encargan de transmitir decisiones y
castigar al que no las cumpla, existiendo también un conjunto de instituciones
que se conciben como “independientes” descartando alguna similitud con el poder
político. El dilema se extiende cuando Foucault descarta que estas
instituciones sean netamente independientes y las cuestiona por pretender
mantener el poder solo para una elite social, excluyendo en el intento los
instrumentos de poder a cualquier otra clase social.
En
plena discordia con que el poder sea sostenido por y para una clase social,
Foucault en medio del debate, propone debilitar el poder criticando y atacando
a las instituciones que aparentemente se consideran independientes y neutras
para que la violencia política que se encuentra intrínseca en ellas sea
desenmascarada.
Las
instituciones para Foucault condicionan, así como también los instintos los
orígenes de las necesidades cuando parecen racionales considerando que lo
racional es real, así como lo es real racional.
Jurgen
Habermas, quien desde afuera se le da un valor eminente en su opinión, dado de
ser el miembro más prestigioso de la segunda generación de la escuela de
Frankfort brinda una distinción en el modelo republicano de la democracia y el
modelo liberal de la democracia y a su vez una crítica.
La
crítica parte por la evidente centralización del poder en ambos, por una parte
el modelo liberal de la democracia plantea al estado como un aparato de la
administración pública, a la sociedad (estructurada en términos de mercado)
como un sistema de trafico de las personas privadas y se ve al ciudadano como
un conjunto de intereses privados, mientras el rol de la política está sujeta a
las leyes del mercado y permite que el estado vele por el ciudadano hasta que
la ley lo permita. Mientras que la concepción republicana plantea que el estado
debe trazar como objetivo una normativa jurídica en el aparato administrativo y
el mercado, el ciudadano procura garantizar una práctica similar y no una
libertad coaccionada externamente.
La
centralización para Habermas se evidencia, cuando no se toma en consideración
la solidaridad para trazar un equilibrio en conjunto con el poder económico y
el administrativo. La solidaridad desarrolla la participación en las esferas
públicas que en el modelo deliberado que propone, dichas esferas están lejos de
ser desarrolladas nada más para un conjunto de clases sociales y espacios de
debates de temas privados, tal como es para los dos modelos anteriores, donde
la prensa solo ha prestado servicios para sus dirigentes.
“Nos hemos ido alejando de las ideas básicas de lo que sirvió como
fundamento para la civilización occidental” (Von Hayek, 2005) La
concepción de libertad económica, política y personal juega en conjunto un
elemento fundamental para la crítica de Hayek y es que de a poco, la sociedad
se va alejando de este elemento. Para Hayek el liberalismo y la democracia van
de la mano, por ende la importancia de la libertad económica, se evidencia el
socialismo como una vil manera de centralizar el poder hacia un sector
preferente ya que solo se benefician estratos sociales de bajos recursos y la
mayoría es la perjudicada, e incluso hacia una alusión peyorativa refiriendo al
socialismo como una forma de esclavitud ya que busca libertad de servidumbre y
condiciones. Así como también señala que los regímenes totalitarios de la época
(nacismo y comunismo) son iguales en sus diferentes inclinaciones y la
distinción de estos es el libertalismo.
Hayek
sostiene que es mejor crear condiciones libres y necesarias donde los
ciudadanos puedan hacer vida económica en base a sus beneficios y crítica a los
modernos planificadores por querer crear una dirección centralizada que pueda
administrar todos los recursos, donde al final el estado interviene y dirige
los recursos a sectores específicos.
El
filósofo Derrida, parte desde un término o concepto a un aporte político,
propone el termino deconstrucción, un término que no tiene estructura, pero si
articulaciones que acentúa una referencia desde los mismos orígenes y es
cambiante con respecto al contexto. El término no propone destruir, ni
desglosar, sino analizar dentro de las estructuras que forman el elemento
discursivo.
“Para ser muy esquemático, diré que la
dificultad de definir y, por consiguiente, también de traducir la palabra
deconstrucción procede de que todos los predicados, todos los conceptos
definitorios, todas las significaciones relativas al léxico e, incluso, todas
las articulaciones sintácticas que, por un momento, parecen prestarse a esa
definición y a esa traducción son asimismo desconstruidos o desconstruibles,
directamente o no, etc. Y esto vale para la palabra, para la unidad misma de la
palabra desconstrucción, como para toda palabra”. (Derrida, 1997, págs. 23-27)
La
interrogante seria ¿Cómo podemos llevar la deconstrucción como rama filosófica
a un aporte en las teorías políticas? Contextualizando uno de los fenómenos más
influyentes del siglo XX, se podría atribuir que el fascismo era uno de los
modelos de gobierno más centralizados, y a su vez tecnicista, comprendiéndose
así en sus alegatos y su populismo como tecnicismo político e incluso comprendiendo
las fábricas de armamento bélico como grandes aportes tecnológicos. Considerando
el contexto es oportuno responder a lo planteado anteriormente dando referencia
a que la deconstrucción es un modo de resistencia contra el fascismo que se
vivía en la época y para el mismo comprender lo que es justo.
Por
otro lado, Adorno y Horkheimer le otorgan también un sentido político a lo que
es la razón, considerada como un instrumento de dominio a la naturaleza y los
hombres. Sosteniendo incluso que el “iluminismo es totalitario” surge una razón
instrumental, en donde por mas despiadado que sean los medios, el fin será el
objetivo y con él un triunfo racional. La razón a manos de la autoridad, es
capaz de subordinar la realidad, por ejemplo lo acontecido en Auschwitz-Birkenau es plenamente un acontecimiento
racional e instrumental a pesar que Adorno se contradijera citando
paradójicamente "No se puede escribir poesía después de Auschwitz".
Tanto la tecnocracia, la centralización y el totalitarismo
como ya se afirmó se han constituido a través de la razón, con una razón
instrumental quizás, como lo es el caso de la centralización. Aunque en el
mundo actual, el pragmatismo social que daba lugar en la época de la
ilustración se vaya haciendo poco rentable con la serie de sucesos que
denotaron en el siglo XX.
Entre
otros aportes, se encuentra Giorgio Agamben plantea una concepción sobre el
estado de excepción el cual constituye “una tierra de nadie entre el derecho público y el
hecho político, y entre el orden jurídico y la vida” (Carvajal & Agamben, 2006 ) abogando que los
problemas y procedimientos que acarrea la política deben ser comprendidos por
el ámbito político constitucional y no por el ámbito jurídico.
Agamben
considera que la política está compuesta por una exclusión de la vida natural,
a diferencia de Habermas, este gran filósofo griego considera que el ciudadano
solo desarrolla su esencia humana en la esfera pública y se condiciona cuando
la esfera pública está determinada por la política. Lo propiamente humano debe
estar relacionado a los derechos, por lo contrario tendría frente una norma sin
relación a la vida.
Con la
globalización de las mezclas culturales, sociales y económicas, Negri establece
que el imperio es el nuevo orden al mando. En la era postmoderna añade que el
imperio no es el centro del poder, ya que no posee límites territoriales y
estando estructurado de manera descentralizada incorpora a todo el reino
global.
A través
del mercado mundial, el imperio cobra auge imponiendo a gobiernos extranjeros,
subordinando diferentes naciones e influenciando a diferentes multitudes sustituyendo
una cultura por otra.
Retomando
lo planteado por Giorgio Agamben, la noción en el individuo (representándose
como ciudadano en un contexto estatal), de cómo las teorías políticas influyen
actualmente como consecuencia de la postmodernidad en el siglo XIX, se
relaciona con el pensamiento de que el hombre en base a la concepción de los
derechos puede tener participación y activismo, el mundo político se encuentra
en una era donde la participación ciudadana ha cobrado auge y más
representatividad. Donde también la democracia intrínsecamente concede tres
derechos inalienables para la esencia humana, nuestra vida a la cual se escoge
darle su propio rumbo, nuestra libertad que a pesar de ser subjetiva, es la que
permite expresar y la propiedad privada, aquella que sujeta la integridad de
cada ciudadano.
El
populismo como una de las nuevas formas de hacer teoría política, conspira y es
oportuno con la notable participación de los pueblos, no es una causalidad
insólita que se transcurra a esta técnica para hacer política. El debate entre
derecha e izquierda consecuencia del populismo, exhorta y sigue siendo aspecto
principal en los discursos, en las ideas y en las teorías políticas
actuales.
Como
señalaba Negri, aún se vive en un mundo globalizado por contrastes culturales y
aportes tecnológicos, aportes que deben ser los que desplacen al populismo como
técnica y forma de gobernar para así rescatar la institucionalidad. La
tecnología en varios aspectos ha creado mejoras educativas y comunicativas,
aspectos que no pasan en vano para la formación de nuevas teorías políticas. Un
país sin educación no puede exigir a través de la razón y la lógica debates que
solucionen condiciones sociales o económicas en los parlamentos, como también
un país sin educación se vuelve sumiso y adepto a las pasiones que levanta el
populismo.
Bibliografía
Carvajal, R., & Agamben, G. (2006 ). Estado de
Excepción homo sacer I. Santiago de Chile: Revista Chilena de Derecho,
vol. 33 n° 1, pp. 197-205.
Derrida. (1997). Carta
a un amigo japones . Barcelona: Proyecto A Ediciones.
Von Hayek, F. (2005). Camino
de servidumbre. Madrid: Alianza Editorial.
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